Mi vida secreta by Anónimo

Mi vida secreta by Anónimo

autor:Anónimo [Anónimo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1894-01-01T05:00:00+00:00


La virginidad de Molly verificada. — Los tres en la cama. — Molly me rechaza. — La ira de Betsy. — Mi polla dentro de Betsy temporalmente. — Molly convencida. — La monto. — Una gritona inquieta. — Empleo el almohadón. — Golpe número uno. — La sanguinolienta secuela. — Golpe número dos. — Betsy borracha. — Golpe número tres. — Molly se corre. — Un trabajo fálico toda la noche. — Tres en una cama. — Tres semanas con Molly. — Mis caprichos eróticos. — Posturas difíciles. — La ayuda de Betsy. — Molly sobre Betsy. — Follo a Betsy. — Molly celosa. — Betsy masturbándose. — Brusca desaparición de las dos. —Razones meses después. —La lavandera. —La interferencia del sacerdote. — Con Betsy en un baño. — Jodiendo bajo el agua. — Cerrado el burdel de la calle J***s.

Había dudado de Betsy, pensando que iba a engañarme en cuanto a la virginidad, a pesar de sus protestas y a pesar de decirle yo que si no estaba satisfecho sólo pagaría el precio de follármela a ella y un pequeño regalo para la chica. Conociendo el cuarto, el modo en que estaban situados los muebles y dónde se encontraba el gas, la idea volvió a ocurrírseme. Debía evitar ser engañado y conseguir una visión clara, por lo cual cogí una vela —que encendí— y me puse junto al borde de la cama. Con Betsy cerca, cogí una de las piernas de la chica, mientras ella hacía lo mismo con la otra. «Abre tus muslos y déjale mirar, dijiste que lo harías… me prometiste que lo harías… muy bien, querida», dijo.

Las piernas de la chica se abrieron de par en par. Di a Betsy la vela, y con la mano libre abrí ampliamente los labios del pequeño coño, que tenía un color rosa delicado y mostraba ligerísimas huellas de pelo oscuro justamente sobre el monte. Excitado como estaba, palpitándome la polla como si fuese a estallar o a correrse sin necesidad de tocarla, vi que el coño nunca había recibido nada mayor que un dedo. Con un impulso que siempre siento ante coños imberbes, puse la boca allí y lo lamí un poco. Una enorme cantidad de saliva me vino a la boca y fluyó desde ella inmediatamente. La chica se debatió al sentir la lengua, cerrando sus muslos sobre mi cabeza. La saliva había cubierto su coño. Me quité la camisa, empujé a Molly más arriba sobre la cama y me puse a un lado, mientras Betsy ocupaba el otro.

Pero Molly no quería dejar que la montase. En vano la aconsejó y riñó Betsy alternativamente. «No… no», ella había cambiado de idea. Tenía miedo, dolería, esa cosa tan grande le haría daño, le haría sangrar. Entonces rompió a sollozar. Yo desistí, Betsy la aquietó por miedo a las gentes de la casa, y tras ello dijo con la voz más tranquila que pudo:

«Pequeña estúpida, me han metido pollas el doble de grandes, y más largas, antes de tener tus años.



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